jueves, 29 de octubre de 2009

Candados de amor

Un fenómeno digno de estudio, próximo al de las ya comentadas flores de farola pero con personalidad propia, y que aún no se sabe si constituye tradición o quedará en mera moda, es el de los "candados del amor". Calcando un episodio de la novela Ho voglia di te, de Federico Moccia, desde su publicación en 2006 los enamorados romanos comenzaron a escribir sus nombres y alguna escueta leyenda más o menos apasionada -con rotulador permanente o, los más concienzudos, grabada- sobre un candado, para a continuación asegurar éste a una farola sobre Puente Milvio, el más antiguo de la Ciudad Eterna, y arrojar la llave al Tíber conforme a un sencillo ritual que (ah, bendita juventud) sella su amor para siempre. La costumbre cosechó tanto éxito que el mencionado poste de luz cayó en julio de 2007 vencido por el peso del metal acumulado. Las autoridades romanas colocaron veinticuatro soportes ad hoc para evitar más desperfectos. Como es hoy norma, pronto se abrió un portal de Internet para facilitar la colocación de candados virtuales, y circula abundante merchandising. Puente Milvio ha incrementado su aprecio como visita turística, y las ferreterías cercanas sus ventas. El asunto de los candados ha llegado incluso a ser objeto de polémicas políticas. Se dio algún caso también de robo de soportes y candados para revenderlos al peso... Encontramos un buen resumen sobre los candados de Puente Milvio aquí.

La iniciativa, alentada aún más por la versión cinematográfica de la novela de Moccia, cundió pronto y miles de jóvenes parejas cuajaron los puentes de numerosos lugares de Italia de candados escritos, y los pretiles y farolas aledañas de mensajes rotulados con el mismo asunto, reforzando a veces -o desvirtuando, que todo va en opiniones- tradiciones preexistentes, como sucede en el célebre Pozo del Amor de la Verona de Romeo y Julieta. El turismo y los intercambios de estudiantes permitieron que, pronto, candados de amor colonizasen las farolas y barandillas de puentes de toda Europa (como en Barcelona, Bilbao, Sevilla, Chiclana u Orense), en lugares donde tal vez pocos habían oído hablar de la novela de Moccia, causando a veces desperfectos y requiriendo medidas municipales similares a las relativas a Puente Milvio.

La costumbre de colgar en las más céntricas verjas de hierro love locks -escritos o no- existía ya en la ciudad húngara de Pécs desde los años 80; pero parece que la práctica se originó en China, no en puentes, sino en ciertos tramos de la Gran Muralla y otros lugares asociados a ritos religiosos y nupciales. En los Estados Unidos, la localidad de Lovelock, Nevada, ha aprovechado el tirón comercial de la nueva moda. En Italia existe la tradición desde hace al menos veinte años en Florencia, en este caso localizada en la barandilla del monumento a Cellini en el Puente Viejo sobre el Arno, lo que indica la necesidad de estudiar en qué casos efectivamente la costumbre antecede y en cuáles es consecuencia del fenómeno Moccia. Es casi seguro que el escritor se inspirase en alguno de estos precedentes cuando sin querer dio pie a un fenómeno popular universal relacionado con las escrituras expuestas.

Las fotografías que mostramos fueron tomadas en agosto de 2007 en el puente que une el hermoso Castello dell'Ovo con el paseo marítimo de Nápoles. Algunos de los candados más antiguos presentan fechas que se remontan hasta 1999; ignoramos si ello significa que la costumbre ya estaba viva en ese año o bien que los escribientes hicieron constar una fecha anterior a la del momento; por ejemplo, la de su compromiso. En el extremo izquierdo de la primera imagen se puede leer sobre uno de los candados, con alguna peculiaridad ortográfica propia del dialecto local, el siguiente texto: "La llave guiará a TT y Mari, se convertirá en polvo de estrellas, pero seguirá siendo signo de nuestro indivisible AMOR".




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